I. «Eres toda hermosa», exclama el divino esposo de los Cantares (IV, 7), como arrebatado por los inmaculados encantos de su espiritual esposa. María es por excelencia esta esposa. Nada falta a su ornato. El orden más perfecto reina en su interior: en su espíritu todas las aspiraciones son puras, santos los afectos todos de su corazón; manifiestas a todas las miradas sus más íntimas intenciones, lo mismo que sus menores acciones que nada tienen de vil, de bajo, de sospechoso; nada, en una palabra, indigno de ella. Nada de qué avergonzarse ante Dios, ni ante los ángeles, ni ante los hombres.
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