lunes, 11 de enero de 2016






I. «Eres toda hermosa», exclama el divino esposo de los Cantares (IV, 7), como arrebatado por los inmaculados encantos de su espiritual esposa. María es por excelencia esta esposa. Nada falta a su ornato. El orden más perfecto reina en su interior: en su espíritu todas las aspiraciones son puras, santos los afectos todos de su corazón; manifiestas a todas las miradas sus más íntimas intenciones, lo mismo que sus menores acciones que nada tienen de vil, de bajo, de sospechoso; nada, en una palabra, indigno de ella. Nada de qué avergonzarse ante Dios, ni ante los ángeles, ni ante los hombres.

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